25 sept 2010

Antecedentes

Antecedentes legales
El 12 de enero de 1978 fue decretada reserva integral de la biosfera. La reserva se estableció en forma simultánea con la zona de protección forestal de la cuenca alta del río Usumacinta y de la cuenca del río Tulijah con una extensión de 2’6l2,300 ha, quedando comprendida dentro de la zona de protección forestal. Pertenece a la red internacional de mab-unesco desde 1979.
Los terrenos de la comunidad lacandona fueron reconocidos y titulados por decreto el 26 de noviembre de 1971. En 1978 se creó una coordinación ejecutiva, a cargo de la sarh, para coordinar acciones de conservación; ésta desaparece unos años más tarde. En 1986 se formó una comisión intersecretarial, que logró concertar acciones a nivel federal y con la población campesina, pero no a nivel estatal y municipal; desapareció en 1988. El mismo año, el Ejecutivo federal responsabilizó al gobierno del estado y a los chiapanecos la coordinación del Programa Integral Selva Lacandona. En 1989 se decreta a nivel estatal un acuerdo que restringe los aprovechamientos forestales y faunísticos en la reserva. El mismo año fueron emitidos los decretos de dotación para 26 ejidos de la subregión de Las Cañadas, que afectan terrenos de la comunidad lacandona y de la reserva. (ine, 1993).

Antecedentes históricos
La Reserva de Montes Azules se encuentra en la parte oeste de las tierras bajas centrales mayas, la región donde surgió la civilización maya en el periodo Preclásico medio. Por su terreno accidentado ha quedado casi desconocida arqueológicamente. La exploración arqueológica en la Selva Lacandona empezó a finales del siglo pasado con las investigaciones de Alfred P. Maudslay de 1881-1894 y Teoberto Maler de 1898-1900, en la cuenca del río Usumacinta, al este de la reserva; así como con los estudios etnográficos sobre los lacandones hechos por Alfred M. Tozzer. Las ruinas mayas de Toniná y Palenque, al oeste, ya se conocían por las descripciones de John. L. Stephens y los dibujos de su compañero Frederick Catherwood. Mientras tanto, el interior de la Selva Lacandona se consideraba territorio salvaje, de difícil y peligrosa penetración.
Los mayas adaptaron ideas y simbolismos de la sociedad olmeca, la cual ejercía una fuerte influencia por la frontera oeste de la región maya y por la costa del Pacífico y las tierras altas de Guatemala (Lowe, 1977). La zona de la Selva Lacandona es importante para entender las rutas de la influencia olmeca del oeste sobre la cultura maya. Se sabe que hubo asentamientos en el río Tzaconejá y también entradas hacia la región maya por el Usumacinta en Tabasco (Ochoa, 1985). Comúnmente, en las culturas más tempranas dejaron restos menos impresionantes, con estructuras pequeñas o perecederas. Es sumamente importante entender la relación entre los olmecas y los mayas, su interacción y el grado de influencia directa que tuvo esa cultura en el desarrollo maya.
En el periodo Clásico, el área maya se dividió en territorios gobernados por centros primarios y sus ahauob, como los de Toniná y Palenque en la frontera oeste de la Selva Lacandona, y de Yaxchilán y Bonampak en la frontera este. Estas regiones se distinguen por las inscripciones jeroglíficas con sus descripciones de conquista y dominio de un centro por otro. Esto se respalda con la definición de "esferas cerámicas", zonas en las cuales los habitantes compartían artefactos estilísticamente similares. Entre las regiones mencionadas, al este y al oeste de la Selva Lacandona existen grandes centros ya conocidos y otros que quedan todavía por descubrirse. Dentro de la reserva de Montes Azules se pueden mencionar: San Vicente, Blom, Laguna Ocotal Grande, San Juan, Landeros, Campamento de Arreo, Las Ruinas, Healey, Ruinas San Pedro, La Constancia, Tzendales, Lacam-Tun (El Peñol), Cuevas e Isla Petén K’in.
Un aspecto de gran interés es la sobrevivencia dentro de la Selva Lacandona de la cultura maya durante el Postclásico hasta la primera incursión española en la tercera década del siglo xvi. Hubo grandes cambios similares a los de la región maya central, pero por ser zona fronteriza pudo mantener una población de cierto tamaño después de la decadencia o caída de los grandes centros. La cerámica funeraria de las cuevas indica una influencia en la cultura general de Los Altos de Chiapas, lo cual constituye otro punto por investigar en estas regiones (Ekholm, 1992).

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